lunes, 22 de abril de 2013

 Retomando las conexiones que se establecen en la ciudad contemporánea en cuanto a los espacios públicos que encontramos, considero la ciudad como una agrupación de  espacios, destinados al usuario, el ciudadano, el cual es el que da forma y sentido a dichos espacios. Éste es el que dota de programa un determinado lugar, el que decide dónde empieza y dónde acaba su propio espacio de actuación y movimiento, modificando así los límites del espacio que habita. Éste espacio hábil para un usuario se amplía al entrar en contacto con otros usuarios y hacerlos participes de un programa. La suma de varios usuarios  potencian el espacio que habitan.




Los flujos generados por estos usuarios nos muestran la ciudad como una red de espacios en los que encontramos una estructura de nudos y ramificaciones alternando espacios públicos y privados.
Así entiendo la ciudad como una superposición de  varios niveles, rígidos, establecidos atendiendo a criterios espaciales, densidades de flujos, que acaban siendo condicionantes para desarrollar nuestra actividad. Es el propio usuario el que define el programa que desarrolla. Los puntos donde diferentes niveles entran en contacto suelen ser nudos, en los que se desarrollan diferentes programas. Estos nudos presentan una densidad superior, en estos espacios encontramos una simultaneidad de varios programas a la vez. Son nexos de unión, elementos adaptables, mutantes dependiendo de las necesidades del usuario que lo habita, de ésta forma en un mismo espacio puede desarrollarse un programa comercial, cultural y social, entrando en contacto y enriqueciendo unos a los otros.

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